jueves, 3 de febrero de 2011

Luna Miguel. "Poetry is not dead"


Hola a todas y todos:

Antes de comenzar con nuestra reseña, nos gustaría comentar un tema importante. Nos ha llegado a las manos un ejemplar de la revista Nayagua. Un revista muy cuidada de la Fundación Centro de Poesía José Hierro. En su número 11-12, de diciembre de 2009, aparecen cuatro poemas de Luna Miguel: “Sobre la mediocridad”, “antología personal”; “nocturno 223 cuarta parte” y “para los amantes la casa encantada es divertida david foster wallace”. Al final de ellos aparece textualmente: Del libro inédito “Poetry is not dead”.

Es nuestra modesta opinión, la aparición de estos cuatro poemas va en contra de nada menos que dos puntos de las bases del premio: la exigencia de que el poemario sea inédito y el anonimato de los participantes.

Nayagua es una revista que recibe toda la gente “importante” del mundo poético. Añadan esto a la amistad con Elena Medel, casi directora literaria de la colección, la presencia de Marzal, y verán que rápido se cierra el círculo. Argensola siempre ha sido el premio que mejor maneja el editor de DVD. Y este libro lo vuelve a confirmar.

Y ahora, si alguno de los participantes no se queja de manera formal, es porque no quiere.

El libro de Luna Miguel tiene tres partes, la primera de las cuales tiene el mismo título que el poemario. Se abre con “Cave Lunam”, referencia a Propercio, en el que un ego exaltado nos avisa de su posible mordedura. Asimilaciones al malditismo de Panero, ahora se entiende la buena crítica del hagiógrafo Túa Blesa, al confesionalismo que impregna buena parte del libro, y metáforas mediocres. Resulta curioso encontrar algún que otro endecasílabo canónico. ¡Viva la modernez!

En “Ladras o mueres”, se dice que la lápida de Allen Ginsberg se ha torcido a la derecha, la referencia es al poema “Aullido” del mismo autor. Ahora los mejores cerebros de su generación han sido destruidos por el emoticono. Reflexiones adolescentes sin mayor interés, lado pop, y un acercamiento a lo cursi: “cegados por una luz que no parecía suficiente / y que ahora quema la entraña / de mis antiguos versos”.

En “I don’t like poetry” continúan los ladridos en una suerte de elegía sin ninguna profundidad a poetas como Benedetti o Ángel. A esto se añade victimismo de género, algo que resulta un cierto chiste malo en los momentos actuales de la poesía.

“Sobre la mediocridad” es uno de los poemas que ya habían aparecido en Nayagua. El tono se hace repentinamente lírico. Se demuestra que la columnista está palpando todavía una suerte de voz propia, de la que se encuentra a décadas de alcanzar. Hay que reconocer que cuando se pone cursi, “la espuma era larga, / la cresta amarga y sonora” es casi peor que cuando va de transbeat. El poema es mediocre porque está llena de palabras supuestamente poéticas utilizadas como meros efectos decorativos.

En “Qué” acepta que “el hipo es mi discurso”, primera muestra de lucidez en todo el libro. Breve reflexión metapoética en “Da hambre” en donde se juntan su decisión de castigar al verso, tarea cumplida, con ese tono apocalíptico de algunos de sus otros versos: “cómeme ahora / come mi sangre”.

En “Parque de los yonkis” volvemos a la mezcla beat&malditismo, toda una novedad. Confesionalismo y cierto victimismo en la autocontemplación, victimismo adolescente al que volverá en siguientes poemas.

“Poesía ortodoxa” es una nueva muestra de intento de malditismo, asociado a otra marca de la casa: el sexo: “Santa / por dibujar estigmas / con el flujo / de mi sexo”. Santa paciencia para seguir leyendo.

“Antología personal” es otro de los poemas ya anticipados en Nayagua. El poema, de un insoportable infantilismo, se interroga en cierta forma sobre quién es más guapo, si Carlos Pardo, Peyrou, Abraham o Bernier. Esperemos que la decisión ante una pregunta tan importante haya sido tomada ya.

En “Otro paseo por la literatura” la columnista decide volver a tratar de remover a los muertos en sus tumbas. Esta vez le toca a Bolaño, en uno de los peores y más vacuos poemas de todo el libro, acompañado por ese intento de epatar en el final sin ningún tipo de suerte.

Visión curiosa en “Juventud” sobre la misma, en donde el simbolismo se acerca a lo patético. El mismo patetismo, esta vez expresionista, en “Dos poetas”. Acaba por fin esta primera parte con “Red Bull sin azúcar”, donde vuelve el sexo, el porno y el confesionalismo, enmascarado o no, pero en su peor concepción tremendista.

“El spleen de Madriz”, le toca a Baudelaire removerse, consta de varios poemas con el título Notturno, y unos poemas finales. Uno de los Notturno también apareció en la revista Nayagua.

Se trata de poemas urbanos, de nuevo en la línea confesional del yo, en donde se narran pequeñas vivencias que incluyen la visión de las prostitutas de un polígono, vómitos, algún otro neón y la vista desde el autobús público… En un punto la columnista dice que “Acabaré haciendo / cualquier otra cosa / menos / poesía”. La pregunta sería: ¿Cuándo va a empezar? Al margen de esto, algunas expresiones digamos que desafortunadas como “Maricas que respiran / rápido” o “el sudor del Hombre Peruano”. Y un verso antológico: “El autobús es puntual / como mi regla”. ¿Se puede llegar más arriba? El último Nottturno, el único interesante a pesar del victimismo y de las pésimas comparaciones, tiene en su segunda parte alguna estrofa que se salva de la mediocridad poética en la que estamos sumidos.

En “Literatura depresiva de madame Psicosis” el tremendismo poético, la impostura de un falso malditismo, alcanza sus cotas de mayor paroxismo cuando el sujeto desea “Que me violen todos, / que me violen todos, / que me violen una y otra vez,”.

Va terminando el sufrimiento de la lectura en la “Dársena 10”, supuesto poema en prosa en donde “las nubes son una bandada de estrellas naranja” se mezclan con gorriones, gaviotas, y de nuevo un final que se vuelve súbitamente lírico, porque alguien debe haberle dicho que los finales son importantes.

En “Diurno 229” la columnista simplemente declara que los animales atropellados nunca le dieron pena. Entra dentro de la impostura de malditismo de otros. O de la simple amoralidad. Buena gente en cualquier caso.

Por fin llegamos a la última parte, “Poemas para un narrador”. “Garganta del hombre sonoro” es otro poema salvable del libro, a pesar de su retórica, aunque la parte final de los pájaros estropea lo que podría haber sido un buen texto. En la “Escena de cama…” parece que el sujeto poético se acuesta con alguien capaz de decirle las verdades que estamos contando en esta reseña. Prometemos no ser ninguno de nosotros.

En “Okay, whatever, David”, nos encontramos con un verso para identificarnos: “Tenemos los ojos cansados”. La vista cansada, casi, de Montero. “Siempre te dejo la casa hecha una mierda” continua con ese yo incansable de nombrarse y un verso final en plan sorpresa, ohhhhh, soft-porn, que nos remite a la cita de Maite Dono del comienzo del libro. En “Should I stay or should I go”, pobres The Clash, nos vamos ahora al ensoñamiento suicida tipo Plath o Sexton. Victimismo adolescente al que alguien podría indicar que también existen las ventanas, salvo que lo único que se quiera es llamar la atención. De lo peor del libro, que ya es decir.

Tras una profundísima reflexión preadolescente sobre Beigbeber, llegamos a “De camino a la Vía Láctea”, en donde ahora le toca el turno a una estética surrealista. Pocas veces uno encuentra tantos estilos fallidos en un mismo libro. Acaba por fin esta pesadilla con “Esto no es un poema de amor”, título sacado de una canción de PIL. Al menos la chica tiene buen gusto musical. El poema es vacuo y la propia columnista, con cierta honestidad, llega a la conclusión de que lo mejor es no decir.

El editor de DVD es un experto en vender humo y en fabricar productos. Ahora se vende el producto muy joven y femenino. Es lo que vende. Si el experimento Elena Medel, a pesar de su calidad, salió tan bien en términos de ventas, ¿por qué no va a salir bien éste? ¿A quién cojones la interesa la literatura?

El problema es que la poesía no está muerta en el libro de Luna Miguel, siguiendo el título del libro. Simplemente, con la excepción de algún pequeño verso, ni siquiera ha salido. Es, por utilizar un lenguaje próximo a la columnista, un aborto. A esta chica le quedan muchísimas lecturas y muchísima autocrítica antes de escribir un primer libro de poesía. Resulta vergonzoso que el dinero público se utilice para promocionar este collage de estilos propios de la ESO. Resulta intolerable el patetismo, el tremendismo y la impostura. Igual que lo resultan las declaraciones de algunos miembros del jurado diciendo que había libros mejores pero que había que premiar a la juventud.

Hace poco nos llegó un comentario en el que hablaba de lo bueno que era el fenómeno Luna Miguel, porque los jóvenes estaban comprando poesía. Es como hablar de lo bueno que es el fenómeno Torrente porque los jóvenes así van al cine.

No hay comentarios: